Seis
y media de la tarde, en la carretera. Pantalón azul chillón y blusa
roja.
—
¿Me
das un aventón, chavo?
Me
gusta que me digan chavo. Ella sonríe: ningún incisivo superior.
—
Sube.
—
Sandalias
de cuero viejas. Sin bolsa.
—
¿De
vuelta del trabajo?
—
Estoy
paquerando.
—
No
digas. ¿Lo haces todo el día?
—
Cuando
no llueve.
—
¿Desde
siempre?
—
Hace
un año. Una rubia me trajo. Ella también paquera.
—
¿Quién
fue el primero?
—
Mi
novio. Quería saber si era virgen.
—
¿Quedaste
embarazada?
—
Tuve
un niño. Casi un añito. Con lluvia o sin lluvia, sus dos botes de
leche por día.
—
¿Tus
padres saben?
—
Piensan
que trabajo de diarista.
—
¿Cómo
haces para paquerar?
—
Levantas
la mano. Hasta que alguien se detiene. A veces es un cliente.
—
¿A
dónde van? ¿A alguna casa?
—
Cual
casa. En el camino. En los matorrales.
—
¿Haces
de todo?
—
Lo
normal.
—
¿Sientes
algún placer?
—
Es
difícil. Ellos siempre tienen prisa.
—
¿Cuánto
cobras?
—
Cincuenta.
—
¿Hoy
fue un buen día?
—
No
gané nada. Hay días buenos. Depende de la suerte.
—
¿Cuál
es el peor día?
—
Cuando
llueve. O hace mucho frío. Busco leña y enciendo fuego bajo el
puente.
—
¿Y
la peor hora?
—
El
almuerzo. A esa hora nadie para.
—
¿Almuerzas?
—
Yo,
ehh.
—
¿Cómo
haces para venir?
—
Salimos
muy temprano de casa. La rubia y yo. Caminamos un buen tramo. Miedo
de mis padres. De ahí pedimos aventón. A veces alguno se detiene.
—
¿Y
el regreso?
—
Es
más difícil. Y más si hay amenaza de lluvia.
—
¿Has
dormido en la carretera?
—
Un
par de veces.
—
¿Y
cuándo amanece lloviendo?
—
No
venimos.
—
¿Cuál
fue el mejor día?
—
Uno
en que hice siete.
—
He
visto antes en la carretera ese pantalón azul.
—
¿De
dónde eres?
—
Estoy
de paso. ¿Hay muchas como tú?
—
Una
en cada curva. Muchas niñas de trece y catorce años. Lo hacen por
amor.
—
¿Dónde?
—
Detrás
de los arbustos.
—
¿Se
embarazan?
—
Las
bobas como yo.
—
¿Qué
le pasó a tus dientes? Eres joven.
—
Dolía
el de en medio. Justo enfrente.
—
¿Quién
te atendió?
—
El
dentista del gobierno.
—
¿Por
qué te quitó los otros?
—
Le
dije: “Duele aquí”. Y él: ¿Has visto desgranar
una mazorca? Luego arrancó los cuatro.
—
Hasta
aquí llego.
—
Hasta
luego, chavo.
La
sonrisa pura de esa gran fiesta de vivir.
Trad. Manuel Noir
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