lunes, 7 de marzo de 2016

Enseñando gramática - Rubem Fonseca




¿Estás triste?
No sé. Tal vez.
La tristeza da cáncer, ¿sabías?
Pensé que arrugaba la nariz.
Lo digo en serio.
Últimamente todo lo dices enserio.
Cuando bromeaba me reclamabas.
Ni tanto mar ni tanta tierra.
Pusiste coma después de mar.
Estoy hablando, no escribiendo.
¿En tú oración hay coma después de mar?
No. ¿Estás haciendo análisis sintáctico y morfológico de la frase?
En la frase usas una figura sintáctica llamada elipsis.
Suficiente. Es por esas cosas que no quiero vivir más contigo.
¿Porqué sé gramática y tú no?
Entre otras cosas.
¿No te gusta coger conmigo?
Usaré una elipsis aquí. O mejor, una zeugma.
Zeugma es un sustantivo masculino.
Un zeugma, entonces.
¿Significa?
Se sobrentiende.
¿Se sobrentiende porqué ya no te gusta coger conmigo?
Precisamente. Piensa.
Estoy pensando y no lo consigo.
Piensa en nosotros dos en la cama.
Siempre te manifiestas pomposamente a la hora del orgasmo.
¿Pomposamente? Explica.
Exhibición de magnificencia sensual. Mímica.
¿Mímica?
Mímica. Muy bien hecha.
Haré las maletas. Di: hasta nunca.
Hasta nunca.
¿Y esos ojos llenos de lágrimas?
Mímica.
Creo que me quedaré un poco más.
¿Un poco?
Unos días.
¿Días?
Pensándolo bien, unos meses. Pero me enseñas gramática durante ese tiempo.
Entonces deja de estar triste.
Tengo una razón. Tengo cáncer.
¿Lo juras?
Lo juro. Pulmón. El cigarro.
Mi amor, cuidaré de ti.
Pero antes enséñame gramática.

Trad. Manuel Noir



miércoles, 24 de febrero de 2016

Una negrita pidiendo aventón - Dalton Trevisan




Seis y media de la tarde, en la carretera. Pantalón azul chillón y blusa roja.
¿Me das un aventón, chavo?
Me gusta que me digan chavo. Ella sonríe: ningún incisivo superior.
Sube.
Sandalias de cuero viejas. Sin bolsa.
¿De vuelta del trabajo?
Estoy paquerando.
No digas. ¿Lo haces todo el día?
Cuando no llueve.
¿Desde siempre?
Hace un año. Una rubia me trajo. Ella también paquera.
¿Quién fue el primero?
Mi novio. Quería saber si era virgen.
¿Quedaste embarazada?
Tuve un niño. Casi un añito. Con lluvia o sin lluvia, sus dos botes de leche por día.
¿Tus padres saben?
Piensan que trabajo de diarista.
¿Cómo haces para paquerar?
Levantas la mano. Hasta que alguien se detiene. A veces es un cliente.
¿A dónde van? ¿A alguna casa?
Cual casa. En el camino. En los matorrales.
¿Haces de todo?
Lo normal.
¿Sientes algún placer?
Es difícil. Ellos siempre tienen prisa.
¿Cuánto cobras?
Cincuenta.
¿Hoy fue un buen día?
No gané nada. Hay días buenos. Depende de la suerte.
¿Cuál es el peor día?
Cuando llueve. O hace mucho frío. Busco leña y enciendo fuego bajo el puente.
¿Y la peor hora?
El almuerzo. A esa hora nadie para.
¿Almuerzas?
Yo, ehh.
¿Cómo haces para venir?
Salimos muy temprano de casa. La rubia y yo. Caminamos un buen tramo. Miedo de mis padres. De ahí pedimos aventón. A veces alguno se detiene.
¿Y el regreso?
Es más difícil. Y más si hay amenaza de lluvia.
¿Has dormido en la carretera?
Un par de veces.
¿Y cuándo amanece lloviendo?
No venimos.
¿Cuál fue el mejor día?
Uno en que hice siete.
He visto antes en la carretera ese pantalón azul.
¿De dónde eres?
Estoy de paso. ¿Hay muchas como tú?
Una en cada curva. Muchas niñas de trece y catorce años. Lo hacen por amor.
¿Dónde?
Detrás de los arbustos.
¿Se embarazan?
Las bobas como yo.
¿Qué le pasó a tus dientes? Eres joven.
Dolía el de en medio. Justo enfrente.
¿Quién te atendió?
El dentista del gobierno.
¿Por qué te quitó los otros?
Le dije: “Duele aquí”. Y él: ¿Has visto desgranar una mazorca? Luego arrancó los cuatro.
Hasta aquí llego.
Hasta luego, chavo.
La sonrisa pura de esa gran fiesta de vivir. 



Trad. Manuel Noir

lunes, 11 de mayo de 2015

El aprendizaje - Rubem Fonseca




Leí en el periódico: "Aprenda a escribir, inscríbase en nuestro programa intensivo. Aprendizaje individual. Curso La montaña mágica."
Consulté la agenda que guardo en la bolsa. Ya aparecía La montaña mágica. Tomé todos esos cursos, La montaña mágica, Machado de Assis, Malba Tahan, Maquiavelo, Marcel Proust, Malinowski, por citar sólo aquellos que comenzaban con M. Los maestros, todos ellos, comenzaban el programa hablando sobre el título del curso. De la montaña mágica recuerdo apenas que era un libro de Thomas Mann y que en alemán era Der Zauberberg. En el curso de Machado de Assis, el maestro pasó una semana hablando del escritor. Sólo recuerdo que era mulato y estaba casado con una portuguesa. Del curso de Malba Tahan, recuerdo el nombre completo del autor, Ali Yezid Ibn-Abul Izz-Eddin Ibn-Salin Hank Malba Tahan, que fue usado como seudónimo por el escritor brasileño Júlio César de Melo y Souza. Ah si, Malba Tahan era persa y vivía en Bagdad. De Maquiavelo sé apenas que escribió un libro titulado El Príncipe. En cuanto a Marcel Proust, el profesor permitió que los alumnos lo leyeran solamente al final del curso. Y de Malinowski no recuerdo nada, excepto que era ruso, no sé si está vivo o muerto. Aunque creo que todos esos tipos están muertos.
Los cursos eran caros, el más corto duraba seis meses, las clases eran todos los días. Todos daban diplomas. Tengo veinte diplomas y no puedo escribir una novela. ¿Novela? No puedo escribir ni siquiera un cuento.
Mientras tanto, mi vecina acaba de publicar su tercer libro. sé que ella paga por la edición, yo también pagaría si lograra escribir algo.
Odio a mi vecina. Es más joven que yo, más bonita, y es alta, tiene muchos pretendientes. Pensé en contratar un gigoló, dicen que hay muchos en esta ciudad, pero me da vergüenza. Me olvidé de decir que soy una mujer pequeñita con la cabeza grande. La estatura aumenta con zapatos de tacón alto, pero la cabeza no hay forma de disminuirla. Consulté a los mejores cirujanos de la ciudad y todos dijeron que era imposible disminuir el tamaño de mi cráneo.
Creo que no he dicho el nombre de mi vecina: Clara. Su piel no es clara, debe tener sangre negra. Yo soy rubia y tengo ojos azules, pero soy muy pecosa. Fui al médico. Me hizo un examen histopatológico de las máculas hipocrómicas —tengo todo anotado— y concluyó que sufro de una atrofia en la epidermis, y una leve inflamación perivascular en la dermis superior. No tengo la menor idea del significado de ese palabrerío, pero creo que él quiso decir que las pecas no tienen solución, igual que el tamaño de la cabeza. Evito mirar mi rostro en el espejo.
Los suplementos literarios de los periódicos esperaban con ansia el último libro de Clara —su nombre, literario o verdadero, es Clara Bela—, titulado Deseos secretos, que sería lanzado a fin de año. Además de tener un patota que ella seducía ofreciendole cenas suntuosas con vinos y patés franceses, Clara Bela tenía dinero, pagaba para que escribieran reseñas de sus libros. Y cada vez aumentaba el rencor que yo sentía por ella.
Cierta ocasión, yo estaba mirando por la ventana, como siempre hago, la casa de mi enemiga y vi que ella salía acompañada, toda elegante, debía ir a alguna fiesta. Poco después, se fueron sus dos empleadas. Entonces, tuve una brillante idea. Sigilosamente fui hasta la planta baja de su casa, rompí el vidrio de una ventana y entré en su sala. Yo llevaba una lata grande de combustible para encendedores. Caminé por toda la casa y encontré la biblioteca, con las paredes cubiertas de estantes repletos de libros. Sobre la mesa, al lado de su computadora, una pila de papel donde se podía leer, en la hoja de enfrente, Deseos secretos, Clara Bela. Humedecí los papeles, los libros, los tapetes de la sala y, finalmente, luego de encontrar la computadora portátil, la coloqué al lado de la computadora de escritorio, apilé todos los disquetes y pen drives, empapando todo con combustible y encendí un fósforo. Un incendio estalló sobre la mesa, como si un sol radiante hubiera surgido allí.
Mientras caminaba hacia la ventana de la planta baja por dónde había entrado, fui creando incendios por todas partes.
De vuelta a mi ventana, jubilosa, con el alma y el corazón alegres, contemplé la casa de Clara incendiándose, centelleando, una cosa bella. Los Deseos secretos eran ahora más que secretos, estaban hechos cenizas.
Al dirigirme a mi cuarto, pasé frente a un espejo. Mis pecas habían desaparecido y mi cabeza era más pequeña. Dios existe.


Trad. Manuel Noir

Intestino grueso - Rubem Fonseca





Llamé al Autor, para pedirle una entrevista. Dijo que si, siempre que le pagara "por palabra". Le respondí que yo no decidía, tenía que hablar primero con el Editor de la revista.
"Puedo darte hasta siete palabras gratis, ¿las quieres?", dijo el Autor.
"Si. Las quiero."
"Adopta un árbol y mata un niño", dijo y colgó.
Para mí sus palabras no valían un centavo, pero el Editor pensaba diferente. Acordaron el costo de cada palabra entre ellos.
Quedé de verme con el Autor en su casa. Me recibió en la biblioteca.
"¿Cuándo comenzaste a escribir?", le pregunté, encendiendo la grabadora.
"Creo que fue a los doce años. Escribí una pequeña tragedia. Siempre he pensado que una buena historia debe terminar con alguien muerto. Sigo matando gente hasta hoy."
"¿No crees que eso muestra una preocupación mórbida por la muerte?"
"Puede ser también una preocupación saludable por la vida, que al final es lo mismo."
"¿Cuántos libros hay en esta habitación?"
"Cerca de cinco mil."
"¿Los has leído todos?"
"Casi."
"¿Lees diariamente? ¿Cuántos? ¿A qué velocidad?"
"Leo al menos un libro por día. Mi velocidad, hoy, es de cien páginas por hora. He leído más rápido."
"¿Cuándo te publicaron por primera vez? ¿Tardaste mucho?"
"Tardé. Ellos querían que escribiera igual que Machado de Assis, y yo no quería y no sabía."
"¿Quiénes eran ellos?"
"Los tipos que editaban los libros, los suplementos literarios, las revistas de literatura. Ellos querían a los negritos pastores, los guaraníes, la vida de los sertónes. Yo vivía en un edificio de apartamentos en el centro de la ciudad y desde la ventana de mi cuarto veía letreros de neón y oía el barullo del motor de los automóviles."
"¿Por qué te convertiste en escritor?"
"Las personas como nosotros o se vuelven santos o locos, o revolucionarios o bandidos. Como no hay verdad ni éxtasis en el poder, elegí entre escritor y bandido."
"He oído que te acusan de escritor pornográfico. ¿Lo eres?"
"Lo soy, mis libros están llenos de miserables sin dientes."
"Tus libros se venden bien. ¿Hay tanta gente interesada en esos marginales de la sociedad? Una amiga mía, el otro día, dijo no estar interesada en historias de personas que no tienen zapatos."
"Ellos tienen zapatos, a veces. Lo que les falta, siempre, son dientes. La caries surge, comienza a doler, y el pilantra1, al final, va al dentista, a uno de esos que tienen en la fachada un anuncio de acrílico con una gran dentadura. El dentista dice cuánto cuesta tapar el diente. Arrancarlo siempre es más barato. Entonces arránquelo, dice el sujeto. Así se queda sin un diente, y luego otro, hasta que el chico termina con sólo uno o dos, al frente, apenas para darle un aspecto pintoresco y hacer reír al público, si por casualidad tuviera la suerte de aparecer en la tele animando al Flamengo en un juego contra el Vasco."
El Autor se levanta, va a la ventana y mira. Luego toma un libro del estante.
"Pero no escribo únicamente sobre marginales intentando alcanzar la lumpen burguesía, también escribo sobre gente fina y noble. ¿Leíste el libro, Cartas de la duquesa de San Severino? El duque de San Severino es un hombre muy rico, al que no le gusta su esposa, la joven y linda duquesa de San Severino. La madre del duque, la vieja duquesa de San Severino, tampoco gusta de su nuera, pues ésta, al casarse con su hijo, era una simple baronesa. La joven duquesa sufre terribles momentos en el castillo, en especial durante las cenas de gala, cuando se discuten árboles genealógicos —la familia del duque asciende hasta Pipino el Breve—, mientras la de la exbaronesa comenzaba apenas en el siglo XVII. No pudiendo soportar esas humillaciones y ofensas, la joven duquesa, decide ser psicoanalizada por un profesor maduro y sabio, por quien ella, al final, se apasiona. Pero el analista se rehúsa a tener relaciones físicas con la joven duquesa, alegando que se trata de una transferencia y no de un gesto espontáneo de amor. Desesperada, la joven duquesa comienza a interesarse en el cultivo de orquídeas raras, lo que la redime de todos sus sufrimientos. Por supuesto esto es sólo una resumen de una historia colorida y edificante, plena de caracterizaciones interesantes, en un estilo que permite al lector penetrar en el núcleo central del significado de la palabra sin mucho esfuerzo, pero, no por eso, menos gratificante. Es una novela que tiene flores, belleza, nobleza y dinero. Reconociendo que ésto es lo que todos queremos tener."
"¿Es la presencia de la ciencia, en la figura del psicoanalista, un símbolo?"
"Deliberadamente cándido. Escribí el libro a la manera de Marcel Proust, evidentemente. En el inicio del libro, la joven duquesa recuerda sus tiempos de niña, cuando era baronesita, en los jardines del palacio, degustando magdalenas al atardecer, aprendiendo a bailar el minueto y a tocar el clavicordio. Luego sigue la horrible muerte de su padre, el viejo barón, en el naufragio del Lusitania; la locura de su madre, la vieja baronesa, internada en una clínica en Suiza, ubicada entre pinos y picos cubiertos de nieve. Finalmente el matrimonio insoportable, el romance con el profesor Klein, y el cultivo de orquídeas. El libro termina con las orquídeas, una especie de himno bucólico y panteísta."
"Y la joven duquesa tiene todos los dientes, supongo."
"Bueno, algunos son postizos. Pero eso no es dicho muy claramente. ¿Para qué decepcionar a los lectores? Apenas, en un pasaje, me refiero a las dificultades que ella tiene para comer un durazno, una cita poética —do I date etc.— para buenos entendedores. Además, los dientes son blancos, perfectos. Alguien dijo que lo que importa no es la realidad, es la verdad, y la verdad es aquello en lo que se cree."
Me levanté y extendí la mano, pidiéndole el libro que sostenía. En la portada tenía un enano negro, en lugar de una joven duquesa. El titulo del libro era El enano que era negro, padre, jorobado y miope.
"Este libro fue interpretado de varias maneras, incluso como pornográfico. ¿Vamos a hablar de pornografía?"
"Joãozinho y Maria fueron llevados a pasear en el bosque por su padre que, en complicidad con la madre de los niños, pretendía abandonarlos para que fueran devorados por los lobos. Al ser conducidos por el bosque, Joãozinho y Maria, que desconfiaban de las intenciones de su padre, iban dejando, disimuladamente, pedacitos de pan por el camino. Las bolitas de pan servirían para guiarse de vuelta, pero un pajarito se comió todo y, después de abandonados, los niños, perdidos en el bosque, acabaron cayendo en las garras de una vieja bruja. Sin embargo, gracias a la astucia de Joãozinho, ambos consiguieron meter a la vieja en una olla de aceite hirviendo, matándola tras una larga agonía llena de profundos gemidos y súplicas. Después los niños regresaron a la casa de sus padres, con las riquezas que robaron en la casa de la vieja, y volvieron a vivir juntos nuevamente."
"Pero eso es un cuento de hadas."
"Es una historia indecente, deshonesta, vergonzosa, obscena, impúdica, sucia y sórdida. Sin embargo está impresa en todas o casi todas las lenguas del mundo y es tradicionalmente transmitida de padres a hijos como una historia edificante. Esas criaturas, ladrones, asesinos, con sus padres criminales, no debían entrar en la casa de la gente, ni siquiera escondidas dentro de un libro. Esa es una verdadera historia de indecencia, en el significado popular de suciedad que la palabra tiene. Y, por eso, es pornográfica. Pero cuando los defensores de la decencia acusan alguna cosa de pornográfica es porque ella describe o representa funciones sexuales o excretoras, con o sin el uso de palabras vulgares comúnmente llamadas groserías. El ser humano, dijo alguien una vez, aún se ve afectado por todo aquello que le recuerda inequívocamente su naturaleza animal. También ya dijeron que el hombre es el único animal cuya desnudez ofende a los que están en su compañía y el único que en sus actos naturales se esconde de sus semejantes."
"¿Y las palabras son influenciadas por eso?"
"Claro. La metáfora surgió por eso, para que nuestros abuelos no tuvieran que decir —joder. Ellos dormían con, hacían el amor (a veces en francés), tenían relaciones, congreso sexual, conjunción carnal, coito, cópula, hacían de todo, pero no jodían. Tuve un profesor de derecho tan eufemístico que, cuando quería describir un caso de seducción —que, como sabes, se caracteriza legalmente por la cópula— hablaba latín: introductio penis intra vas. Los filólogos y lingüistas también son personas atrapadas por el tabú. Me gustaría que algún filólogo, un día, escribiera un libro titulado: Joder. Éstas restricciones al llamado “nombre malo” son atribuidas por algunos antropólogos al tabú ancestral contra el incesto. Los filósofos dicen que lo que perturba y alarma al hombre no son las cosas en sí, sino sus opiniones y fantasías respecto de ellas, pues el hombre vive en un universo simbólico y el lenguaje, el mito, el arte, la religión son partes de ese universo, son las variadas lineas que tejen la intrincada red de la experiencia humana. En 1884, un neurólogo francés, Gilles de la Tourette, describió un comportamiento anormal en que el paciente grita en todo momento palabras consideradas obscenas. Las maldiciones van acompañadas de un tic muscular. Ese conjunto de síntomas recibió el nombre de síndrome de Tourette. Hasta la fecha sus causas no han sido esclarecidas, de modo que no existe una cura definitiva. Pensando que tal vez la dolencia sea una reacción contra la rigidez intolerable de ordenación tabuística, un médico estadounidense desarrolló una técnica terapéutica que consiste en hacer que el paciente repita las obscenidades los más alto y más rápido posible, hasta que quede exhausto. Imagínese esta escena ambientada en el consultorio de un psicólogo, idéntica a un pedazo de prosa delirante de Borroughs. El paciente tiene conectados al cuerpo electrodos, a su vez conectados a una máquina cuyo funcionamiento es sincronizado con un metrónomo. Ese metrónomo controla la velocidad en que las palabras deben ser gritadas —hasta doscientas por minuto. ¿Podrías gritar cien obscenidades por minuto?"
"Supongo que no", respondí, mientras colocaba otra cinta en la grabadora.
"En caso de que no grites las obscenidades a la velocidad requerida, choques eléctricos te obligaran a mantener el ritmo. El tratamiento parece tener como objetivo crear en el paciente un mínimo de inhibición, es decir, por no soportar, por falta de alivios temporales, la inhibición que sufre, el individuo explota, siendo llevado a un tipo de comportamiento antisocial que exige la reimplantación de nuevos sistemas inhibitorios. El error parece estar en el supuesto de que las inhibiciones son necesarias para el equilibrio individual. Me parece más verdadero lo contrario —las inhibiciones sin posibilidad de desahogo pueden causar serios males a la salud de los individuos. Una sabia organización social debería impedir que fueran reprimidos esos caminos comunicativos de alivio vicario y de reducción de tensión. Las alternativas a la pornografía son la enfermedad mental, la violencia, la bomba. Debería crearse el día nacional de la Grosería. Otro peligro de la represión de la llamada pornografía es que tal actitud tiende a justificar y perpetuar la censura. La afirmación de que algunas palabras son tan perjudiciales al grado de no poder ser escritas es usada en todos los intentos de impedir la libertad de expresión."
"¿No crees que la pornografía verbal esta desapareciendo? En los campos de fútbol coros de niñas entonan deportivamente canciones como esta, que escuché el domingo:

   Uno, dos, tres,
   cuatro, cinco, un millón.
   Aquí nada más al Flu
   le va la puta que lo parió."

"Ambas palabras, puta y parió, derivan de una palabra-clave, que es joder. Es evidente que, en este caso, las palabras están teniendo un efecto catártico, de alivio de estrés y presión. Este fenómeno es más notable cuando se produce una regimentalización de los individuos, en tiempos de guerra o incluso en la paz, en los cuarteles, los asilos, las prisiones, las escuelas, las fábricas, los núcleos urbano-industriales de alta concentración demográfica. En esos casos el uso de palabras prohibidas es una forma de defensa antirrepresiva. Pero, básicamente la pornografía que aún existe hoy es el resultado de un latente prejuicio antibiológico de nuestra cultura. Recuerdo haber leído las quejas de una escritora que afirmaba que, de tanto ser abusado, distorsionado, transformado en un lugar común, el lenguaje pornográfico acabaría dejando de ser el lado opuesto del noble lenguaje de la religión y del amor, y nada quedaría para exprimir al fausto de las obscenidades, que, para muchas personas, por cierto, es la mitad del placer del acto sexual."
"¿Tu libro, El enano... puede considerarse pornográfico?"
"La mayoría de los libros considerados pornográficos se caracterizan por una serie sucesiva de escenas eróticas cuyo objetivo es estimular psicológicamente al lector —un afrodisiaco retórico. Son evitados todos los elementos que puedan distraer al lector del envolvimiento unidimensional al que está siendo sometido. Son libros de gran simplicidad estructural, con un nudo circunscrito a las transacciones eróticas de los personajes. Las tramas tienden a ser básicamente idénticas en todos ellos, hay apenas diferencias de grado en la escatología y en la perversión. Dado que no están excesivamente expuestos a este tipo de literatura, la mayoría de los lectores son estimulados por ella. No hay nada más aburrido que la saturación erótica barata. La propia complejidad del libro mencionado por usted, El enano... excluye el libro de esa categoría. Sabes que no hay ningún enano en el libro. Sin embargo, algunos críticos afirman que él simboliza a Dios, otros que representa el ideal de belleza eterna, otros incluso que es un grito de rebelión contra la iniquidad del tercer mundo."
"Pero otros también han dicho que el libro no pasa de ser un montón de vulgaridades gratuitas, erotismo crudo y groserías ásperas, innecesarias e inútiles, temperado por una mente sucia."
"¿Pirão2 o estofado? Dijeron cosas parecidas de Joyce."
"¿Te consideras igual a Joyce?"
"Odio a Joyce. Odio a todos mis predecesores y contemporáneos."
"Dentro de poco hablaremos de eso. No me gustaría dejar el tema de la pornografía, por ahora, ¿de acuerdo? ¿La lectura de libros pornográficos puede llevar al individuo a un comportamiento mórbido y antisocial?"
"Al contrario. Para muchas personas sería aconsejable la lectura de libros pornográficos, por los mismos motivos catárticos que llevaron a Aristóteles a proponer a los atenienses que fueran al teatro."
"Entonces, para esa gente, ¿lo ideal sería un teatro pornográfico?"
"Exactamente. Eso que se llama pornografía nunca hace mal, y a veces hace bien."
"Pero muchas personas, incluidos algunos educadores, psicólogos, sociólogos, no piensan así."
"Hay personas que aceptan la pornografía en todas partes, hasta, y principalmente, en su vida privada, menos en el arte, creyendo, como Horacio, que el arte debe ser dulce y útil. Al atribuir al arte una función moralizante, o al menos, entretenedora, esa gente acaba justificando el poder coercitivo de la censura, ejercida sobre los argumentos de seguridad y bienestar público."
"Hablando de seguridad. ¿Existe una pornografía terrorista?"
"Existe, y, al contrario de otras pornografías, tiene un código anafrodisíaco, donde el sexo no tiene ni glamour, ni lógica, ni sanidad —apenas fuerza. Pero la pornografía terrorista es tan extraña que ya fue llamada pornografía de ciencia ficción. Ejemplos destacados de ese género son los libros del Marques de Sade y de William Borroughs, que causan sorpresa, pasmo y horror en algunas almas simples, libros donde no existen árboles, flores, pájaros, montañas, ríos, animales —sólo la naturaleza humana."
"¿Y qué es la naturaleza humana?"
"En mi libro Intestino grueso digo que, para entender la naturaleza humana, es preciso que todos los artistas desexcomulguen el cuerpo, investiguen, de maneras que sólo nosotros sabemos hacer, al contrario de los científicos, las relaciones secretas y oscuras entre el cuerpo y la mente, y desmenucen el funcionamiento del animal en todas sus interacciones."
"La pornografía, como, por ejemplo, los viajes espaciales y el sarampión, tiene futuro?"
"La pornografía está ligada a los órganos de excreción y reproducción, a la vida, a las funciones que caracterizan la resistencia a la muerte —la comida y el amor, y sus ejercicios y resultados: excremento, cópula, esperma, embarazo, parto, crecimiento. Es nuestra vieja amiga, la pornografía da vida."
"¿Existe una pornografía de la muerte, cómo creía Gorer? Disculpa que cite nombres, sé que no te gusta, pero tú creaste el precedente, citando a Aristóteles, Joyce y Horacio."
"Si, se está creando. A medida que la cópula se hace más innombrable y su coro de niñas canta en los estadios de fútbol canciones con palabras de la vieja pornografía, se va ocultando una cosa cada vez más innombrable, que es, la muerte como proceso natural, resultante de la decadencia física, que es, la muerte pornográfica, la muerte en la cama, por enfermedad —y que se hace cada vez más secreta, abyecta, desagradable, obscena. La otra muerte —la de los crímenes, de las catástrofes, de los conflictos, la muerte violenta, es parte de la Fantasía Ofrecida a las Masas por la Televisión hoy en día, como las historias de Joãozinho y María anteriormente. Está surgiendo pues, una nueva pornografía, a la que podríamos denominar pornografía de Gorer."
"Me dijiste por teléfono, la frase, adopta un árbol y mata un niño. ¿Significa que odias a la humanidad?"
"Mi slogan también podría ser, adopta un animal salvaje y mata un hombre. Eso no es por odio, al contrario, es por amor a mis semejantes. Sólo tengo miedo de que los seres humanos se transformen primero en devoradores de insectos y luego en insectos devoradores. En pocas palabras hay gente de más, o habrá gente de más dentro de poco en el mundo, creando una excesiva dependencia a la tecnología y una necesidad de regimentalizar cercana a la del hormiguero. Llegará el día en que la mejor herencia de un padre a sus hijos sea su propio cuerpo para alimentarlos. De hecho, es tiempo de que artistas y escritores hagamos un gran movimiento universal cultural y religioso, en el sentido de crear el hábito de alimentarnos también con la carne de nuestros muertos, Jesús, Ala, Mahoma, Moisés, iniciaron la campaña. Hay un terrible desperdicio de proteínas. Swift y otros dijeron algo parecido, pero estaban siendo sarcásticos. Lo que yo propongo es una nueva religión, superantropocéntrica, el Canibalismo Místico."
"¿Te comerías a tu papá?"
"En churrasco o en estofado, no. Pero en forma de bizcocho, como en aquella película, no tendría la menor repugnancia al devorarlo. Es posible también que alguien quiera comerse a su madre asada, rostizada como un pollo, para después lamerse los dedos y los labios, diciendo, mamá siempre fue muy buena. Es una cuestión de gusto."
"¿Escribes tus libros para un lector imaginario?"
"Entre mis lectores existen también los que son tan idiotas como los hombres vegetal que pasan todas las horas de ocio mirando televisión. Me gustaría poder decir que la literatura es inútil, pero no lo es, sobre todo en este mundo en que pululan cada vez más los técnicos. Por cada Central Nuclear se necesitan una gran cantidad de poetas y artistas, de lo contrario estamos jodidos antes incluso de que la bomba explote."
"¿Existe una literatura latinoamericana?"
"No me hagas reír. No hay ni siquiera una literatura brasileña, con similitudes de estructura, estilo, caracterización, o lo que sea. Existen personas escribiendo en la misma lengua, en portugués, que ya es mucho y todo. Yo nada tengo que ver con Guimarães Rosa, escribo sobre personas apiladas en la ciudad, mientras los tecnócratas afilan el alambre de púas. Pasamos años y años preocupados por lo que dijeron algunos científicos cretinos, ingleses y alemanes (¿Humboldt?), sobre la imposibilidad de crear una civilización por debajo de la línea del Ecuador y decidimos arremangarnos, terminamos las pláticas de bar y, partiendo de nuestras cafeterías de acrílico, hicimos una civilización como la que ellos querían, y construimos Sao Paulo, Santo André, São Bernardo y São Caetano, nuestras Mánchesteres tropicales con sus simientes mortíferas. Hasta ayer el símbolo de la Federación de las Industrias del Estado de Sao Paulo eran tres chimeneas liberando gruesos rollos de humo negro en el aire. Estamos matando a todos los animales, ni el armadillo se escapa, varias especies ya fueron extintas, un millón de árboles son derrumbados por día, dentro de poco todos los jaguares serán tapetes de baño, los yacarés del pantano, bolsos ,y los tapires serán comidos en los restaurantes típicos, esos donde el sujeto llega, pide capibara a la Thermidor, prueba un pedazo, sólo para tener que contarle a sus amigos, y tira el resto. No da más para Diadorim."
"¿Pero hay o no hay literatura latinoamericana?"
"Sólo si está encabezada por Knopf."
"¿Qué puedes decirle a los que están interesados en escribir un libro? ¿Qué consejo le das a los más jóvenes?"
"No doy consejos. Un sujeto puede intentar escribir la comedia humana aplicando a su ficción las leyes de la naturaleza y de la metamorfosis, rompiendo esas mismas leyes, pero tarde o temprano él acabará escribiendo su libro. Tarde o temprano acabará manchando sus manos, si persiste."
"Ultima pregunta: ¿Disfrutas escribir?"
"No, ningún escritor disfruta escribir. Disfruto amar y beber vino, a mi edad no debería perder tiempo en otras cosas, pero no puedo dejar de escribir. Es una enfermedad."
"Creo que con eso tenemos bastante", le dije apagando la grabadora.
La entrevista fue transcrita por el Editor.
Llamé al Autor.
"Dijiste dos mil seiscientas veintisiete palabras, te mandaremos tu respectivo cheque."
El autor no dio ni las gracias. Y me colgó el teléfono.
"Esos escritores piensan que lo saben todo", dije, irritado.
"Por eso son peligrosos", dijo el Editor.

Feliz Ano novo, 1975.
 Traducción: Eric Leunam



1Sinvergüenza, persona deshonesta. 

2Plato tradicional de las cocinas brasileña y angoleña hecho a base de harina de yuca.

jueves, 11 de septiembre de 2014

El Seminarista (c2) - Rubem Fonseca





Trad. Eric Leunam



Capitulo 2



NO me interesa saber quién es el cliente, así es mejor. Por eso no leo los periódicos. Me gusta ver películas. También me gusta leer. Principalmente poesía.
Maldición, me olvidé del Dandy. Mi memoria no es tan buena como antes. Disfruté acabar con él. Vestía siempre de modo afectado, decía que sólo compraba ropa hecha a la medida en Armani. Sus corbatas eran francesas, de seda pura. Usaba un anillo de abogado, con un rubí y dos brillantes a los lados, nunca he visto que algún abogado lo use, pero él no era ningún abogado, era un embustero. Era el asesino a sueldo más sanguinario que conocí en mi vida.
Yo le doy un tiro en la cabeza a los clientes, y una vez le di a uno un tiro en la cara, justo encima de la nariz, un tiro de 45 que hizo pedazos los cuernos del sujeto, pero eso lo contaré después. Al Dandy le gustaba desfigurar a los clientes, incluso a las mujeres, de hecho creo que le gustaba matar mujeres.
El Dandy usaba la pistola en una funda bajo el sobaco, la funda tenía un sistema que permitía sacar rápido la pistola en cuanto tenía un punto de tiro. Pero él tenía un tic nervioso, y en nuestro trabajo no podemos tener manías, ni gestos  — tocarse el cuello, parpadear, olfatear. El Dandy siempre que iba a sacar la pistola se tocaba el nudo de la corbata. Creo que él no se daba cuenta.

lunes, 8 de septiembre de 2014

El Seminarista - Rubem Fonseca




Trad. Eric Leunam



Capitulo 1


ME conocen como el especialista, brindo servicios muy específicos. El despachador me dice quién es el cliente, me da las coordenadas y yo hago el trabajo. Antes de entrar en lo que importa —Kirsten, Ziff, D. S., Sangre de Toro—  voy a contar como fueron algunos de mis trabajos.
El último fue en la nochebuena. El despachador me dio una dirección y me dijo dónde encontrar al cliente. El cliente estaba dando una gran fiesta en su casa, bastaba llegar con una caja forrada para entrar. El despachador era un tipo muy blanco, rubio, alto y delgado, llevaba siempre un traje negro, camisa blanca, corbata negra y lentes de sol. Me pagaba bien.
"El cliente va vestido de Santa y tiene una verruga en el lado derecho de la nariz."
Siempre odié, desde niño, a esos santas haciendo ¡Jo, jo, jo! Sé que el odio es un brote de locura, como dijo Horacio, Ira furor brevis est, pero nadie está libre de él. Me puse ropa planchada, con una caja vacía hice una enorme caja de regalo. Puse bajo la camisa mi Beretta con silenciador y toqué el timbre de la casa del cliente.

sábado, 30 de agosto de 2014

La máquina de pensar en Gladys - Mario Levrero



LA MAQUINA DE PENSAR EN GLADYS


Antes de acostarme hice la diaria recorrida por la casa, para controlar que todo estuviera en orden; la ventana del baño chico, al fondo, estaba abierta –para que durante la noche se secara la camisa de poliéster que me pondría al día siguiente-; cerré la puerta (para evitar corrientes de aire); en la cocina, la canilla de la pileta goteaba y la apreté, la ventana estaba abierta y la dejé así –cerrando la persiana-; la lata de la basura ya había sido sacada fuera, las tres llaves de la cocina eléctrica estaban en cero, la perilla de control de la heladera marcaba 3 (refrigeración suave) y la botella empezada de agua mineral tenía puesto el tapón hermético, de plástico; en el comedor, el gran reloj tenía cuerda para algunos días más y la mesa había sido levantada; en la biblioteca debí apagar el amplificador, que alguien había dejado encendido, pero el tocadiscos se había apagado en forma automática; el cenicero del sillón había sido vaciado; la máquina de pensar en Gladys estaba enchufada y producía el suave ronroneo habitual; la ventanita alta que da al pozo de aire estaba abierta, y el humo de los cigarrillos del día se escapaba, lentamente, por ella; cerré la puerta; en el living hallé una colilla en el suelo; la deposité en el cenicero de pie, que la sirvienta se ocupa de vaciar por las mañanas; en mi dormitorio le di cuerda al despertador, comprobando que la hora que indicaba coincidía con la del reloj pulsera en mi muñeca, y lo puse para que sonara media hora más tarde a la mañana siguiente (porque había decidido suprimir el baño; me sentía un poco resfriado); me acosté y apagué la luz.
 Por la madrugada desperté inquieto, un ruido desacostumbrado me había producido un sobresalto; me ovillé en la cama y me cubrí con las almohadas y me puse las manos en la nuca y esperé el final de todo aquello con los nervios en tensión: la casa se estaba derrumbando.



LA MAQUINA DE PENSAR EN GLADYS (NEGATIVO)

 
Antes de acostarme hago la diaria recorrida por la casa, para controlar que todo esté en orden; la ventana del baño chico, al fondo, está cerrada, y el caballo degollado continúa pudriéndose en la bañera; cierro la puerta, para que el olor no llegue al dormitorio de mi cuñado; en la cocina, la canilla está cerrada y la abro, apenas para que gotee; la ventana está abierta y por ella entran el aire frío de la noche y las gruesas enredaderas del jardín; en la lata de la basura y a su alrededor continúan amontonándose cáscaras de banana, y yerba; en la botella quedan restos de vino tinto, veo que hay moscas flotando, muertas y vivas; el reloj del comedor, cuando yo enciendo la luz, comienza a tocar las doce campanadas y se abre la ventanita del cucú y sale la enorme serpiente, se descuelga interminable hacia el piso y desaparece bajo el aparador; sobre la mesa, los restos del festín, las manchas de vino en el mantel, la bombacha rosada de la mujer gorda y un cabo del habano, encendido aún, del inglés calvo; en la biblioteca todo está en silencio, el desconocido, de espaldas a mí, lee en la oscuridad –y cuando pienso en él me corre un frío por la espalda–; la ventanita alta que da al pozo de aire está abierta, y se escucha el rugido del mar y los gritos de los pescadores nocturnos; el living está lleno de gente, hombres y mujeres, dispuestos uno junto a otro, de cara a la pared, los brazos en alto; entro al dormitorio y encuentro en mi cama a la mujer, desnuda; promete despertarme mañana a la hora de siempre; extraigo del cajón de la mesa de luz centenares de paquees de preservativos, lleno con ellos los bolsillos del piyama, y entro al ropero y cierro la puerta desde adentro.
    Por la madrugada me despierto tiritando, alguien ha abierto la ventanita del ropero y tengo fiebre, estoy bañado en sudor y me duele el ojo izquierdo, pido a gritos un médico o una ambulancia, pero estoy en medio de un campo desolado y no hay quien escuche mis gritos.

Historia sin retorno No. 2 - Mario Levrero



Un perro, Campeón. Vivía solo con él y llegó a incomodarme. Lo llevé al bosque, lo dejé atado con una piola que pudiera romper con un poco de perseverancia y volví a casa.

En un par de días lo tuve rascando la puerta; lo dejé entrar.

Se me hizo intolerable; lo llevé a un bosque más lejano y lo até a un árbol con una piola más gruesa (sabía que el defecto no estaba en la piola sino en la fidelidad del animal, quizás tenía la se­creta esperanza de que esta vez no pudiera liberarse y muriera de hambre).

Volvió algunos días después.

Entonces supe que el perro volvería siempre. No me atrevía a matarlo por temor a los remordimientos; y pensé que aunque lograra efectivamente perderlo, en un bosque más lejano aún, viviría con el temor constante de su regreso; atormentaría mis noches y enturbiaría mis alegrías; me ataría más su ausencia que su presencia.

Entonces dudé apenas un instante ante la majestad del bosque compacto que se alzaba ante mis ojos -umbrío, imponente desconocido-; resueltamente, comencé a internarme, y seguí internándome hasta que, finalmente, me perdí.

La vieja - Mario Levrero



Hace tiempo, por suerte, que no me visita; pero sé, íntimamente, que no debe faltar mucho para la próxima. Es una vieja horrible, espantosa, que me produce un pavor indecible. La veo cruzar la calle, desde mi ventana en el primer piso de aquel apartamento que ocupé durante tantos años en la calle Soriano. La veo y veo que levanta la cabeza y me mira -es a mí a quien busca- y trato de levantar todas las barreras posibles para impedir que llegue: cierro las persianas, cierro la ventana, pongo una cadena en la puerta, y me quedo allí aterrado, palpitante, hasta que me despierto sudando.

Bueno, en realidad fue así la primera vez, hará unos quince años, tal vez no tanto. La segunda vez fue un poco diferente, apenas diferente, pero lo suficiente como para hacerme pensar. La vieja seguía siendo horrible, pero no tan horrible; yo seguía teniéndole miedo, pero no tanto miedo, e incluso junto con el miedo había mezclado otro sentimiento, algo parecido a la piedad, como si dijera "pobre vieja". Volví a rechazarla, y volví a despertarme inquieto, pero ya no sudando ni con palpitaciones, sino con una gran profundidad vacía de pensamiento, un gran signo de interrogación.

¿Cómo será la próxima vez? ¿Llegará a parecerme una mujer hermosa? ¿O la piedad será tan grande como para dialogar con ella aunque siga siendo horrible? ¿Dejaré que me lleve? ¿En esta próxima aparición, o en la siguiente, o en alguna otra más distante en el tiempo?



de Irrupciones

Publicado originalmente en INSOMNIA Nº 118,
suplemento de POSDATA Nº 289,
14 de abril de 2000.

viernes, 16 de agosto de 2013

La maldición de Buk

haciéndote más y más viejo, preocupado de que
no renueven tu licencia de conducir, 
preocupado de que las resacas
duren más, preocupado de 
no llegar a los 85,
preocupado de que los poemas 
se detengan.
preocupado de estar preocupado.

preocupado de morir en el 
spa.
preocupado de morir 
en la carretera mientras 
conduces.

preocupado de morir en la
piscina.
preocupado de que el resto de tus
dientes
no aguanten.

preocupado de morir, pero no de la 
muerte.

preocupado de que la gente ya no
te considere peligroso cuando
bebes.

preocupado de olvidar quien es
el enemigo.

preocupado de olvidar cómo
reír.

preocupado de que no haya nada que
beber en el infierno.

y preocupado de tener que
escuchar
una lectura de poesía
después otra
después otra...

los poetas de Los Angeles
los poetas de New York
los poetas de Iowa

los poetas negros
los poetas blancos
los poetas de Chicago
los poetas del 3er mundo

las poetas mujeres
los poetas homosexuales
las poetas lesbianas
los poetas bisexuales
los poetas sin sexo
los poetas fracasados
los poetas famosos
los poetas muertos
los poetas etc.

preocupado de que los tableros de las apuestas
estallen en flores de
mierda

y la noche nunca llegue.


Trad. Eric Leunam