jueves, 11 de septiembre de 2014

El Seminarista (c2) - Rubem Fonseca





Trad. Eric Leunam



Capitulo 2



NO me interesa saber quién es el cliente, así es mejor. Por eso no leo los periódicos. Me gusta ver películas. También me gusta leer. Principalmente poesía.
Maldición, me olvidé del Dandy. Mi memoria no es tan buena como antes. Disfruté acabar con él. Vestía siempre de modo afectado, decía que sólo compraba ropa hecha a la medida en Armani. Sus corbatas eran francesas, de seda pura. Usaba un anillo de abogado, con un rubí y dos brillantes a los lados, nunca he visto que algún abogado lo use, pero él no era ningún abogado, era un embustero. Era el asesino a sueldo más sanguinario que conocí en mi vida.
Yo le doy un tiro en la cabeza a los clientes, y una vez le di a uno un tiro en la cara, justo encima de la nariz, un tiro de 45 que hizo pedazos los cuernos del sujeto, pero eso lo contaré después. Al Dandy le gustaba desfigurar a los clientes, incluso a las mujeres, de hecho creo que le gustaba matar mujeres.
El Dandy usaba la pistola en una funda bajo el sobaco, la funda tenía un sistema que permitía sacar rápido la pistola en cuanto tenía un punto de tiro. Pero él tenía un tic nervioso, y en nuestro trabajo no podemos tener manías, ni gestos  — tocarse el cuello, parpadear, olfatear. El Dandy siempre que iba a sacar la pistola se tocaba el nudo de la corbata. Creo que él no se daba cuenta.
El Dandy iba todos los días al gimnasio. Una vez dijo que hacía dos mil abdominales al día. Se abría la camisa y mostraba los músculos del abdomen parecidos a los de una antigua estatua de mármol. Para algunas personas, vanitas vanitatum, et omnia vanitas, vanidad de vanidades, todo es vanidad, como dice el Eclesiastes.
Un día el Despachador me llamó y me dijo que mi próximo cliente era el Dandy.
No me interesó saber el motivo del servicio. Yo sólo quiero mi dinero.
"No va a ser fácil", le dije, "el Dandy es un profesional." No le dije al Despachador que conocía la debilidad del Dandy.
"Tú eres mejor. Te pagaré el doble".
Fui al gimnasio donde el Dandy hacía ejercicio. Él estaba haciendo press de banca, para los músculos del pecho. Cuando se detuvo, se sentó en el banco, me vio y preguntó, "Tú por aquí?"
"Quiero inscribirme al gimnasio, necesito hacer ejercicio, pesas, esas cosas."
"Lo necesitas. Estás muy flaco."
"¿Qué me aconsejas?"
"Te voy a recomendar al mejor entrenador personal de aquí."
Llamó a un chico con camiseta del gimnasio, vino a hablar conmigo. Quedamos de vernos al día siguiente.
"¿Vamos a cenar?", le pregunté al Dandy. "Abrieron un buen restaurante en Barra."
"Esta bien, paso a tu casa por ti."
"No, deja que yo pase. Quiero que veas mi coche nuevo."
"¿Coche nuevo, desgraciado?"
"Ferrari", le dije.
No tenía ningún Ferrari, no soy de esos idiotas que se deslumbran por un coche, cuanto más cretino más caro el coche, el Dandy era uno de ellos.
"Quiero ver esa máquina", dijo.
El Dandy vivía en un hotel. Yo también. Es más fácil para aquellos que necesitan movilidad, como nosotros. La portera del edificio del Dandy me pediría mi nombre y mi identificación, también lo hacían donde yo vivía. Así que fui a la esquina, llamé por celular.
"Estoy abajo", dije.
"Sube."
"Se nos hace tarde."
"¿Tarde? ¿Cómo tarde? Zé, tengo un whisky de veinticinco años..."
"Estoy esperando en la calle."
El Dandy no tardó en salir del edificio. Miró a su alrededor, no vio ningún Ferrari. El tipo era listo..
"¿Para qué el sombrero?"
"Elegancia", le contesté.
"¿Elegancia?"
El Dandy dio un leve toque con los dedos de la mano izquierda al nudo de su corbata. Me iba a disparar en plena calle. Aún tenía los dedos en el bucle de la corbata cuando le disparé a la cabeza. Una mujer que pasaba dio un grito de sorpresa, el silenciador de la pistola es muy bueno, pero el puf llama la atención. Me fui, di la vuelta en la primera esquina, tiré el sombrero a la basura, tomé un taxi y fui al cine, a la función de las diez.

No hay comentarios: